Cuando
me propusieron participar en un libro conmemorativo sobre faros, no lo dudé ni
un instante. Esta rápida decisión, impulsiva y seguramente inconsciente, en
realidad tenía un sinfín de motivos más sentimentales que literarios, ya que no
me considero escritora, y en algún momento temí que la musa no se aliase
conmigo en el compromiso adquirido. Hubo suerte y la inspiración también quiso
participar.
La
invitación vino de la mano de Mario Sanz Cruz, farero del Faro de Mesa Roldán y
escritor, un hombre que no solo está implicado con la cultura, también, y
mucho, con la conservación de la que es su profesión y por ende, de esos
grandes desconocidos que son los faros, esas torres que inundan con sus
destellos la oscuridad que rodea a los navegantes, ociosos unos y trabajadores
de la mar otros.
El Faro de Mesa Roldán está situado en
la meseta del mismo nombre y en el pueblo almeriense de Carboneras. Allí, y
desde hace veinticinco años, venimos disfrutando las vacaciones de verano. Pero
lo cierto es que después de tanto tiempo, los vínculos con el entorno y sus
gentes son muchos y la relación ha dejado de ser meramente turística. El cariño
y la necesidad de pasear por sus calles y saludar a amigos y vecinos ha creado
un lazo familiar importante.
Y entre días de playa y de sol, cada
verano, sin faltar uno, hemos subido hasta la meseta para visitar el entorno
del Faro y la Torre de Mesa Roldán. Pasear por el
camino que nos acerca al acantilado y nos permite admirar la costa hasta Agua
Amarga y más allá, es algo indescriptible para mí.
Durante uno de estos veranos, y por motivos relacionados con mi afición a la escritura, contacté con
Mario Sanz, quien además fue tan amable de invitarnos a visitar su faro, algo que nunca le
agradeceré lo suficiente porque, para mí, para nosotros que amamos los faros,
subir esa escalera de caracol que te eleva hasta la misma linterna y mirar a
través de los cristales en lo más alto de la magnífica torre es… es
indescriptible en cuanto a los sentimientos que nos produce, y maravilloso en
cuanto a las imágenes que ofrece estar
allá arriba, acariciar el inmenso mar con la mirada y hasta observar la
curvatura de la tierra en días despejados.
En este compendio de relaciones con el entorno, las gentes en general y algunos
en particular, los recuerdos y las vivencias de tantos años, el goce de
disfrutar del calor y de sus aguas cristalinas, el placer que para todos
significan esos días de vacaciones,
surge la oportunidad de escribir un pequeño relato relacionado con faros. Y fue
precisamente durante una de estas vacaciones cuando escribí FARO, allí,
contemplando desde la ventana del apartamento las aguas del mediterráneo que a
veces rugía y otras brillaba en calma. No es el único relato que me ha
inspirado Carboneras, cuento con dos más, pero sí el que salió de la necesidad
y el placer de homenajear una figura importante, la del faro y los fareros, en
especial éste que, gracias a Mario, conozco y quiero.
El
relato está incluido en el libro “Lo demás es oscuridad”, conmemorativo de los
150 años de faros de Almería, un precioso ejemplar en el que se mezclan
distintas artes como pintura, fotografía, ilustración, escritura (poesía y
relato), artículos y un largo etcétera en el que han participado más de 180
personas, tanto españolas como extranjeras y de forma desinteresada, aportando
cada uno una visión personal y variopinta sobre ellos: los faros y sus fareros.
En su composición y montaje han trabajado Pilar Quirosa – Cheyrouze, Mario Sanz
Cruz, quienes también aportan relatos, y en el diseño, Ernesto Pedalino. El resultado es como mínimo sorprendente, pero
os puedo asegurar que en definitiva es magnífico. Acompaña al libro una
exposición itinerante en la que se exponen pinturas, fotografías y maquetas que
no deja indiferente a nadie.
He tenido la suerte de poder asistir a
la presentación del libro y visitar la Exposición en el Castillo de San Andrés
este verano. Una bonita experiencia que me alegro de haber vivido precisamente
allí, en Carboneras, no podía haber sido en un lugar mejor ni más adecuado para
mí.
Estoy feliz de haber participado en
este proyecto con mi pequeña aportación, repleta de cariño y agradecimiento, y
además, para colofón, mi relato está ilustrado por mi hijo Mario Ruiz que creó
la imagen perfecta para la historia y que aparece intercalada entre sus líneas,
más una fotografía del brazo de mi hijo Manuel Ruiz luciendo un bonito tatuaje
sobre, no faltaba más, un faro con todo su significado.
Y
para muestra, un botón. Os dejo a FARO.
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