4 de julio de 2010

ÉL


Su cuerpo obedece a un impulso irrefrenable. Aun siendo consciente del momento, no es capaz de renunciar a aquella absorbente locura. Como atraída por un imán, avanza descalza por un suelo hiriente, aunque eso no importa.

Él la espera sereno, hierático, con los brazos abiertos, deseoso de poseerla. Sabe el efecto que ejerce sobre ella y clava la mirada en aquel sugerente cuerpo que se aproxima parsimonioso.

Al acercarse a su destino, respira agitada, le tiemblan las piernas, teme caer, pero el deseo puede con la debilidad. Son pensamientos tortuosos, sabe cuál será el final de todo aquello, el instante que cambiará su vida… ya inevitable.

Él abraza con fuerza su cintura. Lentamente, le acaricia la espalda, cada centímetro de piel. Con extrema dulzura despeja cada mechón de cabello, liberando un cuello blanco y palpitante.

Ella siente un aliento frío, casi helado sobre la boca. Ya no hay marcha atrás, tampoco la quiere. Sabe que las cartas están echadas, necesita entregarse. Cuando siente los labios en el cuello se abraza al cuerpo de su amante aferrándose a aquella prisión en la que vivirá para siempre.

Él hunde sus colmillos con fuerza, bebiendo la sangre que satisface una urgente necesidad de vida, que con la última gota, les unirá para siempre.  Un amor inmortal entre las tinieblas de la eternidad.


©Pilar G.C.