Eran cerca de las dos de
la madrugada cuando mi iPad… ¡se apagó! Se había agotado la batería. No me
podía creer que en ese momento, precísamente en ese instante en que “Ella” daba
una profunda calada a su cigarrillo mientras “Ellos” preguntaban por “Él” y la
tensión me envolvía tanto que estaba a punto de responder yo misma a su
intencionado interrogatorio, la pantalla se quedara en negro y yo, durante un
instante, sin respiración. Pero claro, esto es lo lógico cuando lees una novela
de Marta Querol.
¿Qué es lo que hace que
una lectura nos llegue más o menos que otra? Supongo que habrá tantos motivos
como lectores en el planeta. Lo mismo por lo que unos eligen de la carta de su
restaurante favorito los spaghetti carbonara y otros el chuletón de Ávila. Cada
cual es cada cual. Incluso en un mismo lector se dan circunstancias distintas
según el momento, la edad… En mi lista de libros se puede encontrar de todo, lo
mismo que en mi lista de películas favoritas. Creo que necesito que tanto lo
que leo como lo que me muestra una pantalla de cine o televisión me llegue, me
toque los sentidos, me estimule a ser posible tanto física como psíquicamente.
Y si hay alguien que consigue esto al cien por cien es la autora de El final del Ave Fénix y Las guerras de Elena, novela que hace dos noches me dejó sin
aire y que al día siguiente me tuvo pegada a mi pantallita sin parar de leer,
hasta que acabé con un verdadero nudo en el estómago, feliz y preguntándome: ¿Esto es
una trilogía, verdad? O sea, me queda
otro libro ¿verdad? ¡Porque esto no se ha acabado aquí! Necesito más de Elena y
de Lucía, y sobre todo, quiero volver a sentir todo ese abanico de sensaciones
que disfruto con cada capítulo de las historias que Marta nos cuenta.
No soy crítica
literaria, por lo que no voy a entrar en tecnicismos ni en analíticas de estilo,
etcétera, etcétera, pero es muy fácil comprender y comprobar el buen hacer de
la escritora al ver su número de descargas en Amazon y las reseñas ya
publicadas sobre su magnífico trabajo, cuando hace tan solo diez días que Las
guerras de Elena apareció en nuestros dispositivos para poder ser leída.
El lenguaje es una de
las armas que más me atraen de Las guerras de Elena, me sucedió lo mismo con El
final del Ave Fénix: Fresco, comprensible, amplio, con mucha chispa y cargado
de expresiones que muchos recordamos de nuestras madres y que, aún, empleamos
nosotros mismos en nuestra vida cotidiana. La mezcla de cercanía y corrección
de esta forma de escribir hace que las escenas, conversaciones y descripciones
nos lleguen con una nitidez absoluta y cargadas de realismo.
Marta no solo cuenta
una historia, nos la inyecta en vena. Sus personajes se pasean por nuestro
salón o nuestra cocina mientras sus diálogos o situaciones nos erizan el vello.
He sentido emoción, miedo, rabia, dolor, la sensualidad de algunas escenas es
tan vívida como el “odio” que puedes sentir por algunos personajes o el afecto
que nos despiertan otros. No voy a desvelar nada sobre la historia de Elena y
sus guerras, creo que lo justo es que os permita sentir y vivirlo como lo he
hecho yo, pero os puedo asegurar que vais a encontrar personajes con los que no
podréis con la vida, o a los que achucharíais sin remedio. Todo es posible en
el mundo de la escritora Marta Querol, todo.
Las guerras de Elena es
un libro intenso, humano, emotivo, duro y sensible a la vez, con mucha fuerza y
cargado de sentimientos. Yo lo recomiendo con el corazón y con la alegría que
me proporciona compartir algo que me ha hecho feliz durante los nueve días que
he disfrutado leyéndolo. Eso sí, aunque, como bien dice la autora, los libros
se pueden leer de forma independiente, si queréis completar vuestra felicidad
lectora, leer ambos libros El final del Ave Fénix y Las guerras de Elena. Yo lo
llevaría hasta el cine. Historias así son dignas de ser lanzadas al mundo.
Felicidades de nuevo,
Marta.