15 de septiembre de 2013

FARO



FARO

“A pesar de que el sol se ha ido, tengo una luz”.
Kurt Cobain



…Y con aquel beso de amor la princesa despertó, rompiendo el hechizo de la malvada bruja. Los siete enanitos…
—Espera, espera abuelito. ¿Un beso de amor despertó a la chica?
—Sí, eso dice el cuento. ¿No te gusta?
—No mucho.
—Pero, ¿no te gusta la magia o no te gusta el cuento?
—No creo en la magia, abuelito. Es para niños pequeños.
—Ya veo. Y te comprendo, de verdad. Los cuentos como éste son bonitos, pero…Has demostrado se “mayor” para chiquilladas, deberías conocer otras historias.
—¿Sin magia?
—Nada de magia; pero imagina seres mitológicos que habitaron estas tierras hace muchos, muchos años…
—¿Seres mi… mi…?
—Mitológicos. Colosos. Dioses del Olimpo. Grandes batallas entre el cielo y el mar que hicieron temblar a la mismísima Madre Tierra, algunas de ellas provocadas por los vientos.
—¡Vaaaya! ¿Es que los vientos eran malos, abuelito?
—Eso dependía de lo que su guardián les ordenara. Déjame que te cuente el origen de una de las figuras más importantes del mundo para la vida de muchas personas.
<< En una época muy lejana, en la que los mortales vivían a merced del capricho de los dioses, adentrarse en la mar era, en ocasiones, como jugar con barquitos de papel.
El gran Eolo, hijo de Hípotes, mantenía cautivos bajo su gobierno y absoluto control a los dioses de los vientos. Requerido por otros dioses o, la mayoría de las veces, por su propio capricho, era capaz de provocar grandes tempestades liberando a los vientos que lanzaba contra el gran Poseidón, dios de los mares. Éste, desde las profundidades marinas, recogía el reto y, alzando el tridente, lanzaba todo su poder contra ellos.
Agitaba las aguas de tal manera que se encrespaban formando olas gigantescas, olas que podían engullir grandes embarcaciones, por muy robustas que fuesen.
Pero, he aquí que, arriba, en la meseta llamada de Mesa Roldán, habitaba un ser sin parangón conocido como “El Cíclope”>>
—¿Cíclope? Lo vi en una peli. ¡Era un monstruo!
—¿Eso crees? Escucha con atención y juzga tú mismo después.
<< Nuestro coloso medía más de diez metros de altura y era poseedor de una fuerza tal, que podía aplastar veinte hombres con la punta de sus dedos. A diferencia de cualquier otro ser conocido, tenía un solo ojo en medio de la frente. Sí, podría parecer un ser monstruoso, sin embargo, nada tenía que ver esta imagen con su pureza de corazón, algo también excepcional. Arriba, en la meseta, encontró la tranquilidad que no hallaba en otros lugares donde era rechazado o perseguido por su aspecto. Evitaba hacer frente a tal acoso, por ello buscó un lugar solitario. Quería vivir en paz.
Se acostumbró a una vida tranquila. Los humanos de esta tierra le respetaban y nadie osaba molestarle. Él, se procuraba alimento con la caza y la pesca, pero siempre respetando la naturaleza que le rodeaba, conocedor de la importancia que animales y plantas tenían para la vida de todos los seres que compartían ese hábitat.
Amaba el mar. Sentía que formaba parte de él y de su entorno; un trocito de mundo que se empeñaba en proteger. Quizás por eso, y por el aprecio que ya sentía por los mortales que habitaban cerca de la meseta, tanto de día como de noche oteaba el horizonte en busca de navegantes perdidos o marineros en apuros. Los hombres conocían su dedicación y por ello estaban muy agradecidos al Cíclope. Todos asentían complacidos al ver su impresionante imagen en lo alto del acantilado.
Cuando nuestro coloso presenciaba los juegos entre Eolo y Poseidón, anclaba sus pies en la tierra, erguía su fornido cuerpo en el mismo borde de la meseta y abría su gran ojo en busca de posibles víctimas de aquella sinrazón. Al caer la noche, desde su retina proyectaba un potente rayo de luz que iluminaba el mar embravecido y así señalaba el camino a aquellos que necesitaran una guía para alcanzar su destino. A pesar de sus esfuerzos, observaba con horror cómo algunas embarcaciones se hundían zarandeadas por las inmensas olas que Poseidón lanzaba contra su rival.
El gran Cíclope sufría y hay quien dice que, incluso, lloraba vertiendo sus lágrimas como lluvia sobre las aguas. Enardecido por la rabia, golpeaba el suelo con su enorme puño de tal manera que hacía temblar la tierra. “¡Basta ya, insensatos”!, repetía sin cesar hasta que era escuchado por los caprichosos contendientes. El mismo Zeus, dios de dioses, conmovido por el esfuerzo del bondadoso Cíclope y harto de aquellos juegos que perturbaban su calma, lanzaba rayos y truenos exigiendo el fin de la contienda.
Y fue Zeus, quien dio nombre al coloso. Los llamó FARO. Y exigió respeto hacia él. Y su cometido fue elevado como divino ante el Olimpo. Y de su propia carne creó otros muchos iguales a él, que repartió a lo largo y ancho de los mares y océanos del mundo.
Durante cientos de años fueron la luz en medio de la oscuridad. Pero FARO se hizo viejo. Su ojo, ya cansado, emitía destellos débiles e insuficientes.
Para paliar esta carencia, construyó una pequeña torre en la que mantenía un fuego encendido de día y de noche. Así al menos, desde la distancia, podrían encontrar la referencia de la costa. Pero eso no bastaba.
La humanidad necesitaba a FARO, y de esta necesidad surgieron voces que reclamaron la seguridad vivida hasta ese momento: “Ayudémosle. Construyamos una torre tan alta como él. Colocaremos una potente linterna que podrá mantener encendida. Será su retina. Será nuestra luz”.
Hablaron con el gigante y le presentaron su propuesta. Éste, aceptó de inmediato. Y entre todos construyeron la gran torre que señalaría ese punto de salvación, por siempre jamás.
Cuando el gran FARO ascendió para siempre al Olimpo, fue sustituido por una importante figura: el Farero. Ellos son, desde entonces, los guardianes de los mares. Ellos lanzan los destellos de luz que tantos hombres necesitan para alcanzar su destino. Ellos son nuestro Coloso>>.

Fin

—¿¡Fin!? ¿Y qué pasó con Eolo, los vientos y Poseidón?
—Bueno, siguieron con sus juegos, siguen en ello, aunque desde algún lugar FARO  les vigila y frena sus desmanes; y aquí, en la Tierra, tenemos a nuestros fareros.
—¿Y tú cómo sabes todo esto? ¿Cómo sabes que es verdad?
—Porque en el faro hay muchos libros en los que todo está escrito: cada viento, cada tempestad, cada detalle. Todo está contado en el diario del faro, día a día, mes a mes, años tras año. Te sorprenderías de las historias que allí se atesoran.
—Llévame al faro, abuelito. Quiero… quiero ver el faro, y al farero, y tocar el ojo, y el libro, y…
—Tranquilo, pequeño, tranquilo. Verás todo eso y mucho más. Ahora has descubierto la verdadera magia.




Relato: ©Pilar Gómez Corona
Ilustración: Mario Ruiz Gómez
Ambos incluídos en el libro Lo demás es oscuridad.


Lo demás es oscuridad



Cuando me propusieron participar en un libro conmemorativo sobre faros, no lo dudé ni un instante. Esta rápida decisión, impulsiva y seguramente inconsciente, en realidad tenía un sinfín de motivos más sentimentales que literarios, ya que no me considero escritora, y en algún momento temí que la musa no se aliase conmigo en el compromiso adquirido. Hubo suerte y la inspiración también quiso participar.

La invitación vino de la mano de Mario Sanz Cruz, farero del Faro de Mesa Roldán y escritor, un hombre que no solo está implicado con la cultura, también, y mucho, con la conservación de la que es su profesión y por ende, de esos grandes desconocidos que son los faros, esas torres que inundan con sus destellos la oscuridad que rodea a los navegantes, ociosos unos y trabajadores de la mar otros.

El Faro de Mesa Roldán está situado en la meseta del mismo nombre y en el pueblo almeriense de Carboneras. Allí, y desde hace veinticinco años, venimos disfrutando las vacaciones de verano. Pero lo cierto es que después de tanto tiempo, los vínculos con el entorno y sus gentes son muchos y la relación ha dejado de ser meramente turística. El cariño y la necesidad de pasear por sus calles y saludar a amigos y vecinos ha creado un lazo familiar importante.

Y entre días de playa y de sol, cada verano, sin faltar uno, hemos subido hasta la meseta para visitar el entorno del Faro y la Torre de Mesa Roldán.  Pasear por el camino que nos acerca al acantilado y nos permite admirar la costa hasta Agua Amarga y más allá, es algo indescriptible para mí.

Durante uno de estos veranos, y por motivos relacionados con mi afición a la escritura, contacté con Mario Sanz, quien además fue tan amable de invitarnos a visitar su faro, algo que nunca le agradeceré lo suficiente porque, para mí, para nosotros que amamos los faros, subir esa escalera de caracol que te eleva hasta la misma linterna y mirar a través de los cristales en lo más alto de la magnífica torre es… es indescriptible en cuanto a los sentimientos que nos produce, y maravilloso en cuanto a las imágenes que  ofrece estar allá arriba, acariciar el inmenso mar con la mirada y hasta observar la curvatura de la tierra en días despejados.

En este compendio de relaciones con el entorno, las gentes en general y algunos en particular, los recuerdos y las vivencias de tantos años, el goce de disfrutar del calor y de sus aguas cristalinas, el placer que para todos significan esos  días de vacaciones, surge la oportunidad de escribir un pequeño relato relacionado con faros. Y fue precisamente durante una de estas vacaciones cuando escribí FARO, allí, contemplando desde la ventana del apartamento las aguas del mediterráneo que a veces rugía y otras brillaba en calma. No es el único relato que me ha inspirado Carboneras, cuento con dos más, pero sí el que salió de la necesidad y el placer de homenajear una figura importante, la del faro y los fareros, en especial éste que, gracias a Mario, conozco y quiero.

El relato está incluido en el libro “Lo demás es oscuridad”, conmemorativo de los 150 años de faros de Almería, un precioso ejemplar en el que se mezclan distintas artes como pintura, fotografía, ilustración, escritura (poesía y relato), artículos y un largo etcétera en el que han participado más de 180 personas, tanto españolas como extranjeras y de forma desinteresada, aportando cada uno una visión personal y variopinta sobre ellos: los faros y sus fareros. En su composición y montaje han trabajado Pilar Quirosa – Cheyrouze, Mario Sanz Cruz, quienes también aportan relatos, y en el diseño, Ernesto Pedalino.  El resultado es como mínimo sorprendente, pero os puedo asegurar que en definitiva es magnífico. Acompaña al libro una exposición itinerante en la que se exponen pinturas, fotografías y maquetas que no deja indiferente a nadie.

He tenido la suerte de poder asistir a la presentación del libro y visitar la Exposición en el Castillo de San Andrés este verano. Una bonita experiencia que me alegro de haber vivido precisamente allí, en Carboneras, no podía haber sido en un lugar mejor ni más adecuado para mí.

Estoy feliz de haber participado en este proyecto con mi pequeña aportación, repleta de cariño y agradecimiento, y además, para colofón, mi relato está ilustrado por mi hijo Mario Ruiz que creó la imagen perfecta para la historia y que aparece intercalada entre sus líneas, más una fotografía del brazo de mi hijo Manuel Ruiz luciendo un bonito tatuaje sobre, no faltaba más, un faro con todo su significado.


Y para muestra, un botón. Os dejo a FARO.