5 de marzo de 2012

Cuando encontré a mi Príncipe azul.


1979: Cae la primera nevada en el Sahara. La Madre Teresa de Calcuta recibe el Nobel de la paz. Llega a España la primera Barbie. Michael Ende escribe La historia interminable. La ONU proclama 1979, el Año Internacional del Niño…

Septiembre: Encontré a mi Príncipe azul.

Fue un sábado soleado y veraniego. Yo tenía diecisiete años. Esa mañana preparé a mis hermanos y nos encaminamos los tres hacia casa de mis tíos maternos que vivían en un pueblo a las afueras de Madrid. Recogimos a mi madre por el camino después de que ella saliese de trabajar. Mis padres se habían separado hacía un año y mi vida no era la de una adolescente al uso. Demasiadas responsabilidades, tareas, sueños rotos, tristeza, dudas, incertidumbre…

Después de comer recibí la llamada de una amiga a la que me habían presentado hacía unas semanas para que me animase a salir más a menudo. Mi situación familiar me había alejado de salidas y paseos. Me propuso pasar una tarde de sábado con baile, chicos, risas…, cosas de la edad. No acepté. Estaba lejos, en familia y no tenía muchas ganas. Pero…

¿Cómo que no vas a salir? protestó mi tía. Vamos niña, ahora mismo te arreglas un poquito y te marchas con los de tu edad.

Pero tía, si no me apetece, además estoy lejos y…

Venga, venga, no se hable más. Tu tío te acompaña a la camioneta que te dejará en Madrid en menos que canta un gallo. Ven conmigo.

Y me llevó al baño, sacó un montón de maquillajes, barras de labios, coloretes… ¡Dios mío, pero si yo aún no usaba nada de eso! Me cepilló el pelo y me dejó allí para que terminase de hacer no sé qué con toda aquella paleta de colores. Me miré en el espejo con cara de circunstancia. Vestía vaqueros y una camisa blanca con rayitas azules, bueno, tampoco estaba tan mal así. Me puse un poco de ese maravilloso perfume que me habían puesto en la mano y luego pasé un buen rato intentando quitármelo. ¡Lista!

Mi tío me acompañó al autobús, me dio dinero, me aconsejó que tuviese cuidado y un beso de despedida. 

Me esperaba el futuro, mi futuro.

Al cabo de una hora y media, más o menos, llegué al lugar de la cita. Recuerdo aquella discoteca repleta de jóvenes y no tan jóvenes, la música alta y bailona, y a mi amiga Loli con sus inmensos ojos azules corriendo hacia mí. Ven, corre, me dijo nerviosa y me llevó a toda prisa hacia un lado de la disco donde había visto a un grupo de chicos “mayores” que llamaron especialmente su atención. Se colocó en el lugar correcto para extender su tela de araña. Yo no participaba en sus juegos de seducción, aunque reconozco que me divertían muchísimo. Y funcionó. El grupo se fijó en ella, yo me sentía invisible, nos invitaron a tomar algo con ellos, típico, charlamos y mantuve el tipo como pude. Pasado un rato me cansé y fui a mi aire, ella me siguió algo molesta aunque con una idea fija: Él.

Aunque eran algo mayores para ella, no digamos para mí, se había fijado en el más joven del grupo, justo con el que yo había cruzado algunas palabras durante un par de minutos. Era un chico guapo, alto, moreno. Vestía pantalón vaquero y camisa a cuadritos. Más serio que el resto de chicos que le acompañaba.  Para Loli era el más “mono” de todos y, aunque no habían cruzado palabra, se propuso llegar a él, para lo que comenzó de nuevo con su ritual arácnido. Pero en esta ocasión no funcionó, al menos no para ella. El chico guapo se acercó a nosotras, extendió la mano y me dijo: ¿Bailas?, a lo que respondí que sí. ¿Qué por qué accedí a su petición? Pues no lo sé, pero recuerdo que la situación fue muy divertida, nos reímos los dos mientras comenzamos a bailar una de aquellas canciones agarraditas de entonces y ese hecho ocasionó que mi amiga casi dejase de hablarme y que dos años más tarde yo me vistiese de novia para decir otro SÍ, el que más alegrías me ha dado en toda mi vida.

Cada mañana desde entonces he dado gracias por aquel sábado de discoteca en el que Manolo, anotó su número de teléfono en un paquete de Marlboro “por si me apetecía quedar con él”, más chulo que un ocho mi chico. Pasaron quince días hasta que me decidí a llamar. Ring, ring. ¡Diga! Hola, soy Pilar… ¡Y se hizo la luz!

Amor:

Fuiste mi mejor amigo, sigues siéndolo. Necesitaba tu serenidad, aún la necesito. Me gustaba tu madurez, y me sigue gustando aunque a mí me cueste tanto madurar. Eres mi refugio, mi seguridad. Eres mi amor. Lo eres todo. ¿Cursi? Ayss, soy una romántica, que le vamos a hacer. Pero también sabes que es cierto.

Treinta años de convivencia dan para mucho, ¿verdad, chato? Cuántas cosas hemos vivido juntos. ¡Lo hemos pasado tan bien! Te quiero un montón y lo sabes. No entiendo mi vida sin ti y esto también lo sabes. Eres la mejor persona que conozco, mi compañero perfecto y un padre maravilloso, tus hijos te adoran y es lo que te mereces. Lo que tengo a tu lado es lo mejor y me sobra todo lo demás. Y además ¡sigues estando buenísimo!

Hoy es nuestro aniversario. Hoy hace treinta años. ¡Mamma mía! ¿Crees que podríamos seguir bailando otros treinta más? Yo me apunto. No conozco una forma mejor de pasar el resto de mi vida.

 Feliz aniversario, mi amor.